Buzón Violeta | Antecedentes de la huelga de mujeres del 8M en la Revolución Rusa*

El pasado año se celebró, conmemorando su centenario, la relevancia que tuvo el proceso revolucionario en la Rusia de 1917. Mucho se ha escrito y se ha dicho al respecto, pero aún cuesta encontrar referencias a un aspecto fundamental en el desenlace de estos hechos: la participación intensa de muchas mujeres que entendieron la revolución como un momento crucial para cambiar radicalmente las míseras condiciones que conllevaba el hecho de haber nacido mujer en la Rusia zarista. La importancia de la participación de las mujeres se recoge en los esfuerzos que se hicieron para exhortarlas a que se unieran en la lucha del proletariado, puesto que muchas de ellas habían comenzado a movilizarse dentro de sus problemáticas propias como mujeres.

Desde mediados del XIX aparecen textos revolucionarios, muchos vinculados a las esferas ácratas, en los que se enfatiza la defensa de la educación de las mujeres, se manifiesta la desigualdad de estatus y poder que escondían los matrimonios tradicionales y se promueve el abandono de la estructura familiar patriarcal. Es en esos momentos cuando nace el feminismo ruso sobre en tres proyectos emancipatorios: el más conservador, enfocado para crear una red entre las militantes que procurase atención a personas empobrecidas y/o prostituidas, así como reclamar educación para todos los sectores de la sociedad. El proyecto nihilista, cuyo foco centraban en la lucha por la libertad sexual y la independencia económica de las mujeres. Por último, el programa radical, cuyo objetivo iba más allá de destruir las estructuras familiares del patriarcado, y fomentaba el rechazo de la estética y la moda de su época, para construir un nuevo arquetipo femenino basado en la percepción de las mujeres como sujetas libres y capaces. 

Como hemos dichos anteriormente parte del éxito de la Revolución se vinculó a la participación activa de las mujeres rusas en la misma. Por un lado, porque así se iría restando fuerza a los proyectos feministas autónomos, que no eran del todo bien vistos por los hombres de los principales partidos obreros, y por otro lado para hacerse con un elemento vital para la economía revolucionaria: la colaboración de obreras y campesinas, ya que en aquellos momentos Rusia estaba inserta en el conflicto bélico de la I Guerra Mundial por lo que el campo y las principales fábricas funcionaban gracias a la mano de obra de aquellas que habían sustituido en el ámbito productivo a sus compañeros enviados al frente (NAVAILH, Françoise: «El modelo soviético». En: DUBY, George y PERROT, Michelle. coords. Historia de las mujeres, vol. 5, El siglo xx. Madrid: Taurus, 2003. pp.257-258).

En el desarrollo de la Revolución tuvieron lugar diferentes dinámicas, de las que destacan los episodios de febrero y octubre de 1917. Hoy sabemos que, en el primero de ellos, el proceso que marcaría la caída del poder del zar, fue desencadenado por las protestas de las mujeres que en la jornada de lucha de la Mujer Trabajadora (8M) tomaron las calles para reclamar mejoras en sus condiciones de vida y exigir el fin de la participación rusa en la guerra a la que arrastraban a sus hijos y compañeros. El reinado del zar Nicolás II acabó gracias a las largas marchas de mujeres que tomaron Petrogrado exigiendo el fin de la guerra y la bajada del precio del pan. (BARRANQUERO TEXEIRA, E.: «Ángeles o demonios: representaciones, discursos y militancia de las mujeres comunistas.» Arenal. Revista de historia de las mujeres, 19 (1), 2012. pp. 75-102.)

Las revolucionarias, en torno al 8 de marzo de ese año, manifestaron su oposición a ese zarismo que las había llevado a perder a muchos familiares sus intereses imperialistas y las sometía a las duras condiciones de subsistencia entre trabajos míseros y grandes carestías en el abastecimiento de productos de primera necesidad, no eran solo comunistas, eran todas aquellas mujeres comprometidas que desde la complejidad de su contexto social e ideológico luchaban por su emancipación y su libertad.

Entre las numerosas luchadoras libertarias, desde estas breves notas, queremos apuntar el nombre de algunas de ellas, fundamentales en nuestra genealogía anarcofeminista, para evitar que su legado quede oculto ante nuestros ojos: Sophia Lvovna Perovskaya (1853-1881) precursora del feminismo libertario, Mariya Girgorevna Nikiforovna, a la que sus compañeros de lucha llamaron «Atamansha Marusya», Ida Mett, Emma Goldman, Fania Aron, «Dora» Kaplán, etc.

 

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*Este texto bebe de una versión más amplia publicada en el Libre Pensamiento, no 92, Dossier dedicado a la Crítica Libertaria de la Revolución Rusa, p. 35-41..